“Cuando el diablo no sabe qué
hacer, con el rabo espanta moscas”, como decía mi madre, frase equivalente al
dicho catalán “qui no té feina, el gat pentina”, que se podría traducir como
“quien no tiene trabajo, peina al gato”, frases que reflejan claramente la
capacidad del hombre ocioso para dedicarse a tareas poco productivas. Aunque
espantar las moscas a veces puede ser de una gran utilidad.
Pues aquí me tenéis. Casi ocioso.
Andaba yo meditando un texto para el bloc bestiario-mitológico que tengo
abandonado desde hace demasiado tiempo, y me dije a mi mismo que era un buen
momento para hablar del perro en la mitología.
Y claro, me sale la vena
filológica y pienso “Antonio, empezarás por la etimología, como debe ser”. Y
empecé a refrescar cosas que ya sabia y a husmear (nunca mejor dicho…) en cosas
que desconocía. Así que me dediqué a buscar cómo se nombra al “perro” en los
idiomas más cercanos a nosotros (físicamente o culturalmente) y encontré lo que
paso a compartir con vosotros y con vuestra santa paciencia.
Una aclaración previa: Leo por
ahí que el perro procede del lobo (canis
lupus) y que empezó a ser “el mejor amigo del hombre”, (vamos, que fue
domesticado), hace unos 20 o 30 mil años y que ese “lobo domesticado” pasó a
ser nuestro perro (canis lupus familiaris)
Por lo que parece, eso ocurrió en
Europa, aunque algunos estudios proponen que la domesticación se originó, como
tantas otras cosas, en Oriente Medio, probablemente antes del Neolítico. Sea
como fuere, la cuestión es que las primeras grandes civilizaciones urbanas
mediterráneas, Egipto y Mesopotamia, y ya no digamos los grandes imperios
antiguos como Grecia y Roma, tenían perros correteando por las casas y las
calles.
Centrándonos en la cuestión
histórico-lingüística, que nos interesa ahora, allá por el año tres mil antes
de Cristo, por el centro de Europa vagaban unos pueblos nómadas que luego se
expandieron por toda Europa y por buena parte de Asia. Algunos estudiosos,
alemanes principalmente, les llamaron indogermánicos, mientras que otros, francés
principalmente, les llamaron indoeuropeos, término que ha acabado imponiéndose.
De esos simpáticos nómadas (mira tú, no tengo pruebas pero me los imagino unos
tipos simpáticos …) sabemos poca cosa, como que, originariamente, no conocían
el mar, que sabían contar hasta cien, que tenían cerdos, ovejas y caballos (y
perros, claro), y que hablaban un idioma -o idiomas- que es la madre (o madres)
de lenguas antiguas como el latín, el germánico, el eslavo, el griego clásico, el
persa, el sánscrito... de las que, a su vez, derivan los idiomas modernos: castellano,
catalán, italiano, inglés, alemán, ruso, y casi todas las lenguas de Europa (se
escapan, como bien sabéis, el vasco, y otros no tan cercanos a nosotros como el
magiar de Hungría, el finés y el estonio). También llegaron a Asia, dejando
testimonios como el turco, diversos idiomas de Irán, Paquistán, la India… Un
buen repertorio, como veis.
Y vamos ya con las palabras que
designan al perro, que os veo impacientes.
La palabra “perro” en castellano
es muy curiosa. Primero, porque no se sabe de dónde procede (el latín queda
descartado) y porque su aparición escrita por primera vez en el siglo XII hace
difícil buscarle una raíz prerrománica (celta, ibérico o similares). Vamos, que
no se sabe de dónde viene. Y cuando una cosa no se sabe, pues no se sabe y ya
está. Tampoco es cuestión de ir inventando etimologías por ahí, que puede
resultar muy divertido para una conversación entre chupitos después de cenar,
pero que es poco rigurosa. Además, no hay ningún idioma ni cercano ni lejano
que se le parezca. O sea que aparece como un champiñón lingüístico, así, sin
más.
Tres cuartos de lo mismo le pasa
a la palabra catalana gos. Ni idea de
dónde viene y sin paralelismo con otras lenguas. Algunos estudiosos ven una
palabra onomatopéyica que quiere imitar un ladrido. Esta es la propuesta del Diccionari Català-Valencià-Balear: “Gos.: probablement de kos o kus, onomatopeia de la veu amb què es sol cridar el ca, i que té
variants en totes les llengües romàniques (cf. esp. gozque, ant. fr. gous,
port. gozo, it. cuccio, etc.). Bueno, resulta bastante verosímil. La palabra, que
es bastante tardía, aparece ya en la novela Tirant lo Blanc (s. XV), y en otros
escritos de la época.
El inglés dog, parece responder también a una expresión onomatopéyica.
Esos son los “raritos” de la
familia. El resto es un poco más uniforme, porque, una vez analizados los
paralelismos, los lingüistas han propuesto una raíz indoeuropea común, *k̑u̯on-, que se
encuentra en el latín canis, germánico
hunt , griego clásico kuwn
(que suena kyon), celta, ku-n, entre otros.
Veamos las palabritas
correspondientes, distribuidas según el grupo indoeuropeo al que pertenecen.
Utilizo, como podéis imaginar, además de mi gran conocimiento en idiomas como
el friulés y el búlgaro (XD ¡!), la inestimable ayuda del Traductor de Google,
y encuentro lo que sigue (las agrupaciones sí que son mías):
Grupo latino, que da origen, como
todos sabemos, a las lenguas románicas:
Latín canis, castellano can (restringido
prácticamente al registro culto), gallego can,
portugués cão (con la a nasalizada),
catalán cà (tan en desuso en el
catalán central como el can castellano, aunque término común en las Baleares), italiano
cane, francés chien, rumano caine,
occitano can, sardo cane, friulés chan, Se parecen bastante entre sí ¿verdad?. Se nota que son
hermanos y tienen los ojos de la madre. Bueno, también está el romanche (o
retorrománico, que se habla en algún cantón de Suiza), en dónde un perro es un koer. Este ha salido más a su padre…
Grupo Germánico: Germánico
antiguo hunt, inglés hound (“sabueso”), alemán, hund, lo mismo para danés, sueco y
noruego, holandés hond, islandés hundur.
Por cierto, y dicho sea sin ánimo
de polemizar, en esperanto perro es hundo
y no cane.
Grupo eslavo: пес (que suena casi algo parecido a pios con una vocal entre e/i/u, podéis
escucharlo si activáis el altavoz del traductor) en ruso, bielorruso,
ucraniano, checo, eslovaco y esloveno; pas
en checo, serbio y croata; pies en
polaco. Una curiosidad: la palabra que designa al macho y a la hembra pueden
ser muy diferentes, algo parecido a lo que pasa con caballo / yegua. Así, en
ruso, ucraniano y bielorruso el femenino de pes es собака, que hay que pronunciar sobáca
(no vale ni reírse ni confundirse de animal…).
Grupo celta: escocés y gaélico chu, galés ci (pronunciado “chi”).
Griego clásico kuwn (que suena kyon), aunque el griego moderno utiliza el término σκύλος (que suena skylos).
Grupo báltico: letón suns, lituano, sue.
Y, finalmente, en los idiomas no
indoeuropeos de Europa tenemos txakura para el euskera, kutya para el húngaro y koira
para el finlandés (muy parecidos, curiosamente, al romanche koer, que vimos en el grupo latino.
Bueno, seguro que me dejo cosas,
pero tampoco pretendo hacer una tesis al respecto. Sospecho que os habéis
quedado con la miel en los labios y que querréis saber cómo es perro en chino,
en japonés o en zulú, así que os invito a descubrirlo en el traductor de Google.
Venga va, que no os llevará ni diez minutos...
Añado dos detallitos a esta nota.
Entre mis alumnos, hay bastantes que no tienen como idioma materno ni el
castellano ni el catalán, así que les he preguntado personalmente. Y gracias a
eso hemos sabido que en árabe perro es كلب (kalab), que en mandinga (una de las
lenguas de Gambia) se llama wulo y que Nigeria le llaman ekità.
Esta
nota tan canina ha surgido al mismo tiempo que las flores de mi almendro. La
figura que acompaña es la foto de Lua, la
delicia de mis hijas (¿A que es una monada?)